Gustavo Valle,
ganador del PAT 2013

Una novela
sobre la huida

"Happening" plantea el escape como condición humana. Es, también, una road movie ambientada en la costa oriental de Venezuela y un viaje de autoconocimiento

POR: Fundación para la Cultura Urbana

¿Cómo describirías tu libro ganador del PAT?

Happening es una novela de la huida. Una reflexión acerca del escape como condición humana. Hay principalmente tres maneras de dar cuenta de una situación: enfrentándola, escondiéndonos o escapando de ella. Esta novela explora la tercera opción. Cuando Irene Gruss presentó el libro en Buenos Aires insistió mucho en eso: “Lo bueno de Happening es la duda, la constante y permanente fisura en cada uno de los personajes y de los hechos… Todos los personajes en el aire, sin saber para dónde van…”. Incompletos, siempre en busca de algo. Porque todo escape tiene una contracara: la búsqueda.

El que escapa siempre inicia una búsqueda involuntaria. A fin de cuentas uno escapa para conocerse a sí mismo. Quizás por eso Happening es también una road movie por las carreteras del oriente de Venezuela y el golfo de Cariaco, ese lugar donde sopla el espíritu de Cruz Salmerón Acosta. Un lugar donde reina la erosión vital junto con el feroz paisaje. En el golfo de Cariaco se encuentra la fosa de Cariaco, una de las fosas abisales más profundas del planeta. Yo escribí esta novela imaginando que sus personajes giraban alrededor de ese enorme agujero acuático, como atraídos por la acción absorbente de su oscura profundidad.

Una novela sobre la huida

¿Cuál de los libros ganadores del PAT recomendarías?

—Este premio es un semillero de libros magníficos, pero me detendré en tres: Ficciones asesinas, de Krina Ber; Constancia de la lluvia, de Ricardo Ramírez Requena; y Las horas claras, de Jacqueline Goldberg.

El de Krina es una novela deliciosa y divertida, que nos invita a reflexionar acerca de la realidad más inmediata desde la perspectiva de una distopía con visibles paralelismos con la vida actual de los venezolanos. Krina tiene una gracia y un desenfado admirables para componer sus escenas y poner en boca de sus personajes diálogos y monólogos interiores de una gran calidez.

El libro de Ricardo es un diario que tuve el honor de premiar, cuando fui jurado del premio. El diario se ha convertido en un género muy cultivado entre nosotros y parece ser una de las estrategias más solventes para atajar la escurridiza y ponzoñosa realidad del país. Los diarios de Ricardo me gustan mucho por su honestidad a prueba de balas, son literarios, y también íntimos, hablan de su salud, de su familia, pero también de las angustias que vivimos como sociedad.

En cuanto al libro de Jacqueline, debo decir que siempre me atrapó su ambivalencia genérica, su permanente juego en los bordes. Es una pieza de gran sofisticación formal, con un argumento engañosamente ajeno o lejano que nos interpela acerca de nuestra propia condición individual y colectiva.

¿Tienes alguna manía o rito para escribir y leer?

—La escritura es en sí misma una manía, si consideramos a esta como un síndrome: “un estado elevado anormal de excitación, afecto y nivel energético”. Yo suelo escribir así, como gobernado por esa energía. Al menos al inicio. Luego, durante el proceso de revisión y corrección soy de una cordura excesiva. Me gusta sentir esa manía, ese pequeño tsunami interior, aún a sabiendas de que no es garantía de que las cosas marchan bien o se logre un producto final satisfactorio. También me he sentido culpable por esa excitación, y la he combatido o potenciado con alcohol, café (en exceso), porro. Cuando era más joven, escribía de pie. Daba vueltas a la mesa del comedor de la casa de mi madre mientras apuntaba versos en un cuaderno. Hoy escucho música. John Coltrane fue mi fiel compañía en la escritura de la última novela.

Imagen de cabecero disponible en Pixels.

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