El pasado 25 de julio presentamos el reciente libro de Marco Negrón, compartimos las palabras que ofreció Enrique Larrañaga en el evento.
POR: Enrique Larrañaga
Me honró mucho que Marco Negrón me pidiera unas palabras sobre sus Crónicas de la ciudad asediada y, también, confieso, me asustó. Hablar de sus textos, conocida y reconocidamente concisos y precisos, exige similar precisión y concisión, y en eso no suelo ser bueno. A ver si recorrer estas páginas citando (más bien parafraseando) algunos de sus pasajes, sin spoilers ni divagaciones, me ayuda a estimular en ustedes su lectura.
El libro está organizado en cinco secciones: un ensayo introductorio, tres colecciones de textos breves y dos ensayos finales. En las tres secciones del cuerpo central y, como este año centenario y siempre eterno de Hacia una arquitectura de Le Corbusier, Marco hila más de 80 artículos publicados en prensa nacional en un discurso abierto pero continuo que, variando los puntos de vista y preservando la profundidad, mira lo urbano con la intensidad de quien ve con el corazón, y no sólo con los ojos, las entidades que más ama, nombradas en el título y en la dedicatoria. Y eso emociona.
Cada texto señala dónde y cuándo se publicó originalmente, al revisar esas fechas se evidencia que los problemas persisten, seguimos extraviados y, peor, que muchas fallas se han agravado y complicado. Y eso acongoja.
En «La ciudad venezolana del siglo XXI», primera sección del cuerpo central, Marco analiza las realidades, dificultades y posibilidades de la amalgama de hechos (y desechos) humanos que es la ciudad. Aunque la evaluación de la nuestra no es positiva, Marco no claudica ni nos deja hacerlo, así que, sin lamentos inconducentes ni simplificaciones ingenuas, identifica asuntos a entender y asumir para actuar. Como ofreciendo aliento al lector y justicia a nuestra historia, concluye esta sección honrando a tres venezolanos eminentes y muy distintos: Julián Ferris, Graziano Gasparini y Antonio Pasquali, cuyo legado recuerda que los retos sólo paralizan a quien les teme y que rehuirlos no ha sido ni es ni será una opción.
La segunda sección del cuerpo central, «Los gobiernos locales; acosados, maniatados y a menudo desorientados», reseña penurias vividas por las administraciones municipales, tanto por la codicia hegemónica del poder central como por fallas propias, de diseño y de ejecutoria, y los efectos perniciosos, aunque generalmente inadvertidos, de estas agresiones en ciudadanos a quienes sus prejuicios causan el peor perjuicio: perder el foco. Pues «la infraestructura es reparable e incluso reconstruible; [pero el daño] que más debe preocupar es el causado en la esfera de esos intangibles que son el orgullo, la ética y la institucionalidad ciudadana».
Cierra esta sección una reflexión sobre el apagón de 2019, que destaca la resiliencia necesaria para ejercer un urbanismo para la crisis ante «el agotamiento de nuestro modelo de gestión local y la urgencia de crear gobiernos metropolitanos fuertes para construir ciudad», idea que Marco ha desarrollado con firmeza y claridad que se le agradece.

El libro de Marco Negrón se encuentra disponible para su compra en Amazon Books, Apple Books, Google Books y otros canales de venta digital.
La tercera sección, cuarta del libro, «Pensando el futuro», prueba que estas reflexiones no se ofrecen como panaceas ni dogmas, sino para motivar otras. Marco insiste en el papel capital que le corresponde desempeñar a las ciudades en la reconstrucción del país en esta sociedad del conocimiento que, incluso, relativiza la idea de localización, realidad material hoy virtualizada, e impone promover valores urbanos en destinos deseables, con calidad de vida como motor y sostén del desarrollo integral de todo y todos.
Este zoom out de lo inmediato a lo trascendente, que es también un zoom in, de lo exterior a lo más interno, permite «priorizar los bienes urbanos de interés colectivo capaces de generar un sentido de pertenencia, facilitar la convivencia, respetar el patrimonio y reconocer los derechos y deberes ciudadanos como fundamento de una calidad de vida que, si crece, atraerá desarrollo, y si se deteriora, lo expulsará». Con un símil estremecedor, Marco habla del «trombo que mantiene bloqueado el sistema circulatorio nacional» y reclama impulsar un «crecimiento democrático y sustentable que nos evite el futuro obsoleto» (Nacho Ávalos dixit) que engendraría nuestra inacción.
Marco propone, exige «formular desde ahora líneas de acción para cuando se recupere el orden constitucional para que cuando el cambio llegue nos encuentre trabajando, con proyectos en la mano», y no reincidir en »la ceguera ideológica acompañada de ignorancia [que otra vez cause] la clausura del futuro». Un alerta de hace ya seis años, hoy muy vigente.
Como dije, a estas tres secciones de compendio de textos las introduce un ensayo titulado «¿Por qué la ciudad?», y las cierran dos ensayos «La ciudad según el chavismo» y «Epílogo: para colmo, el coronavirus».
En el primero, escrito para este libro, apoyado en data dura y acompañado de sus sospechosos habituales (Lévi-Strauss, Nuño, Braudiel, Pasquali, Jacobs y Paz, entre otros), Marco ensambla un programa, casi un manifiesto, que trascienda las cifras presentadas, las situaciones reseñadas y las carencias denunciadas identificando las posibilidades y reconociendo las dificultades de ese esfuerzo, y la urgencia de hacer valer el derecho a la ciudad como la mayor riqueza de una sociedad en la que «el conocimiento se convierte cada vez más en variable decisiva y la gobernabilidad democrática en necesidad impostergable».
Esto requiere «cambios de paradigma que reconozcan las ciudades como macrobienes públicos creados por y para la ciudadanía, en modelos compactos y policéntricos, con predominio del transporte público, energéticamente eficaces y sólidas instituciones, administraciones y vida cultural que promuevan el desarrollo pleno, la seguridad integral y la calidad estética». Fundamental, y más por inusual, este rescate de la estética, expresión máxima de la armonía, como recurso, derecho y deber de lo urbano.
Casi para terminar y como un espejo de la introducción (los espejos invierten las imágenes), «La ciudad según el chavismo», escrito y publicado en 2007 como reflexión sobre las aviesas intenciones de destrucción urbana de la reforma constitucional que el soberano decidió rechazar, en legítimo ejercicio de sus derechos, decisión luego ilegítima y soberanamente trasgredida en los hechos por ese «ministerio del poder popular de aprobación de leyes» que llaman Asamblea Nacional.
En aquella oportunidad este ensayo era una denuncia. Hoy, y como en el espejo al que me referí, recuerda por qué la ciudad es el gran tema social y, a pesar de ser ignorado (por falta de conocimiento o por indiferencia), cuán esencial es para formular una agenda política realmente eficaz, actual y ciudadana.
Cierra el libro «Epílogo: para colmo, el coronavirus» que, reflexionando acerca de esa pandemia que aún no concluye, propone una hoja de ruta a asumir y cumplir cuando logremos concluir esta epidemia de veintiya demasiados años. Un epílogo como debe ser: no cierra, abre; y nos convoca a imaginar ciudades integradas en sistemas interdependientes que «siguen siendo el principal activo de una nación que debemos repensar a fondo pero que, sin ciudades, no tendrá porvenir alguno», y que quiero leer como el prólogo del próximo libro de Marco, que, confiando que olviden o perdonen lo de hoy, estoy ya listo para presentar.
Vivimos tiempos muy complicados, pero también activos. A esta presentación en el día de Caracas la anteceden otros eventos que también piensan la ciudad con pasión, en su diversidad y hacia la acción. Eppur si muove; ¡Requeteamén!
Celebro, pues, la invitación, casi incitación formulada por Marco desde estas crónicas de la ciudad asediada con constancia y pertinencia que, si sabemos internalizar, permitirán conjurar el asedio crónico a la ciudad.
Gracias también por eso, Marco, y gracias a todos.
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Foto de cabecero: Plaza Venezuela, Caracas, 1983 | Ramón Paolini © Archivo Fotografía Urbana