Un acercamiento a la novela ganadora del XX Premio Anual Transgenérico
POR: Fundación para la Cultura Urbana
No todas las raíces van en el suelo.
Luis Carlos Azuaje
David es un joven mochilero que llega una mañana a Iguape, un pequeño pueblo perteneciente al estado de São Paulo, en Brasil, que se caracteriza por sus hermosas playas, la amabilidad de su gente y por haber recibido en una oportunidad al premio Nobel de Literatura Albert Camus.
Con la convicción de encontrar los pasos perdidos de Camus que no aparecen reflejados en sus diarios de viaje, en sus biografías o en su propia obra, David arriba sin pasaporte, sin dinero y sin mucha idea sobre cómo empezar su pesquisa a la posada de doña Satori, una anciana japonesa que regenta uno de los lugares más queridos y turísticos de la región, y que le da trabajo sin indagar mucho en aquel extraño, confiando en que «a kilómetros se ve que es un hombre honesto».
Comienza a faenar sin saber hablar mucho el idioma, pero haciéndose útil para todas las tareas que le encomiendan. Doña Satori lo llama «el argentino» solo porque habla español y él asiente en silencio sin decir mucho más sobre sus orígenes. Este tácito acuerdo entre ambos les permite tener una relación limpia, que se va construyendo desde la sincera cordialidad y empatía. David comienza a asentarse en el lugar, a disfrutar de los paisajes y de la vida distendida. Conoce a Júlia, una muchacha del pueblo con la que conecta y llega a enamorarse. Teme que pueda echar raíces y olvidar el propósito de su viaje.
Por las noches, lee y escribe. Busca alguna pista que lo lleve a los días de Camus en Iguape, acompañado de su amigo Oswald de Andrade, y la va registrando en ese texto que viene construyendo. Pero pareciera que camina en círculos porque es muy poco lo que logra encontrar en los museos, periódicos e instituciones que recibieron al escritor en esos días. Hasta que da con Mairo, el redactor del periódico quien parece tener algo más que información.
Avanza a pasos agigantados en su investigación a medida que su relación con doña Satori y Júlia se hace más sólida, va consiguiendo la calma de todo aquel que decide errar con o sin un propósito definido. Consigue una pista fundamental que da a entender que la visita de Camus a ese pueblo fue algo mucho más transcendental de lo que se creía para la existencia del autor y que también esos días fueron piedra angular en la obra del argelino: en Iguape está el génesis de su libro El verano. Pero la fortuna tiene dos caras que siempre muestra, no importa cuánto tratemos de ocultarlas.
El peso de ser un desconocido, un ser sin raíces ni vínculos termina pasando factura en las personas que rodean a David, los hace dudar de las verdaderas intenciones de quién oculta de dónde viene y a qué vino. Eso, sumado a una fatalidad, obliga a David a irse, no sin antes haber logrado su cometido y tener las respuestas que había ido a buscar.
Ya de vuelta a Buenos Aires, David debe buscarse la vida y comienza a trabajar en una librería. Ahí descubrimos que aquel acento del «argentino» que tanto disfrutaban sus compañeros de Iguape era de otro país, que no sabemos de dónde es, dándonos a entender que uno puede llegar a ser de ningún lugar y sentirse en casa en cualquier lado.
A ratos detectivesca, a ratos cargada de romance, pero sin dejar de ser una novela sobre el viaje, Los verdaderos paraísos es un libro que nos enseña, como bien dice su autor, que «no todas las raíces van en el suelo», que hay otras formas de arraigarnos a lugares y personas y no solamente desde la tierra o lo que creemos que nos pertenece.