"El arte del 900 en Italia", dictado por Alejandro Oliveros, hizo un recorrido por los movimientos del arte italiano del siglo pasado y su contexto histórico.
POR: Fundación para la Cultura Urbana
Durante el mes de mayo se llevó a cabo el taller titulado El arte del 900 en Italia, dictado por Alejandro Oliveros (Valencia, 1948), poeta, ensayista, docente, traductor y editor, con una vasta obra publicada y considerado como una de las voces más destacadas de la literatura venezolana. Con este taller, la Fundación para la Cultura Urbana (FCU) brindó a los participantes la oportunidad de acercarse a una muestra antológica de los aspectos más importantes del arte italiano del siglo XX.
Dividido en cuatro sesiones, este taller hizo un repaso por los momentos críticos del arte italiano del siglo pasado, comenzando por el divisionismo, como primer intento de modernización, con artistas como Treviati, Sagantini y Pelliza da Volpe. Luego, el movimiento futurista, cuyo manifiesto, publicado en 1909, fue autoría de una figura capital en la plástica: Filippo Tommaso Marinetti. Esta corriente, con claras intenciones de ruptura con la estética clásica, vanagloriaba la violencia y la destrucción como motores para cimentar algo nuevo; entre otras ideas el manifiesto futurista planteaba cosas como: “Nuestra pintura y arte resalta el movimiento agresivo, el insomnio febril, la carrera, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo…”, además de elogiar la velocidad y las máquinas, elementos que influyeron no solo en la plástica, sino en la música, la literatura y la arquitectura, entre otras áreas y disciplinas. De los futuristas más destacados, aparte de Marinetti, figuran el pintor y escultor Umberto Boccioni, los pintores Carlo Carrà, Giacomo Balla y Gino Severini, el pintor y compositor Luigi Russolo y el arquitecto Antonio Sant’Elia, entre otros.

Mario Sironi: «Periferia», (1922)
El novecento
En la segunda sesión, el maestro Oliveros dio cuenta de una figura fundamental del arte en Italia: Margherita Sarfatti. Primera crítica de arte mujer, brillante y fascinante; fue una gran promotora cultural y creadora, junto a un grupo de jóvenes artistas, del movimiento novecento, que es como los italianos llaman a cada centuria. Sarfatti fue quien organizó la célebre exposición en la Galería Pesaro, de Milán, en 1922, que dio una forma más concreta y visible al novecento, que propuso el regreso a un orden otro, más cercano a lo clásico, aunque diverso ya que confluían distintos estilos en cada artista, cuyas caras más visibles fueron, entre otros, Mario Sirone, Leonardo Dudreville, Anselmo Bucci, Pietro Marussig, Ubaldo Oppi y Antonio Donghi. Sin embargo, así como una buena parte de los futuristas terminaron apoyando al fascismo, Sarfatti hizo lo propio y más, la biografía que hizo de Benito Mussolini, el duce, y su vinculación sentimental con él, detonaron una serie de acontecimientos que culminaron con su exilio de Europa hasta que terminó la II Guerra Mundial, aunque nunca dejó de lado su vinculación con el arte.
Más adelante, ya pasado el trágico y oscuro tiempo de la guerra, la realidad fascista había sido superada y los artistas se plantearon nuevas propuestas estéticas, abocándose a lo abstracto, lo psíquico, lo ajeno a lo exterior, pese a que la mayoría de los artistas eran de izquierda y el eje comunista proponía un arte realista.
De hecho, durante la reconstrucción de Italia la política y el arte estuvieron muy influidos por el temor a que los comunistas tomaran el poder, y muchos artistas sin saberlo (como Pollock y otros contemporáneos) fueron apoyados por los servicios de inteligencia norteamericanos, quienes aupaban a las grandes galerías a promover el arte abstracto para competir con la estética comunista.
Así que en Italia, luego de superado el realismo, entraron en escena movimientos como el espacialismo, el abstraccionismo, el neo dadá y el pop art, cuyos máximos exponentes fueron Lucio Fontana –figura clave y gran influencia por mucho tiempo-, Fausto Mellota, Enrico Castellani, Alberto Burri, Roberto Crippa, Emilio Vedova, Piero Manzino y el denominado grupo Piazza del poppolo: Franco Angeli, Tano Festa y Mario Schifano.
Arte pobre y la transvanguardia
La última sesión de este taller centró su atención en los hijos de la posguerra, luego de la reconstrucción de Italia, que empezaron a cuestionar el bienestar de su época, burgueses universitarios que empezaron a protestar por el excesivo materialismo que imperaba, y que para ellos estaba alejado de la espiritualidad y la justicia. Por lo tanto, se plantearon la toma violenta del poder y crearon las denominadas Brigadas Rojas, que operaron entre 1967 y 1977, aproximadamente, y cuya actividad terminó luego del secuestro de Aldo Moro y su trágico desenlace.
Todo esto hizo que se replantearan algunas cosas en el plano artístico, que tenía aún una clara influencia de Lucio Fontana. Hacia 1967 el crítico e historiador de arte Germano Celant reunió una muestra de jóvenes artistas y sembró lo que se conoció como arte povera, o arte pobre, caracterizado por el uso de materiales “pobres” como paja, arena, piedras, ramas, etc., que perteneció a lo moderno, y que luego fue seguido por lo que se denominó la transvanguardia, hacia principios de la década de 1980, que propuso una especie de regreso a lo premoderno, la plástica, lo figurativo, aunque conceptual. De los más emblemáticos artistas de la era povera se encuentran Valerio Adami, Luciano Fabro, Michelangelo Pistolleto, Pino Pascali, Alghiero Boetti, Giuseppe Penone y Mario Merz; mientras que los transvanguardistas más visibles fueron, entre otros, Francesco Clemente, Enzo Cucchi, Nicola de María y Mimmo Palladito.
En cada una de estas sesiones, Alejandro Oliveros hizo un gran ejercicio de síntesis, un repaso minucioso por un siglo del arte de un país, con los vaivenes políticos de una era tan convulsa, que inevitablemente permean hacia toda manifestación artística; relatando anécdotas; mostrando imágenes de muchas de las obras; y los aspectos más importantes de los artistas emblemáticos de cada movimiento.